PUNTO CERO: EL TRANSPORTE PÚBLICO

Las nuevas formas de vida en las sociedades modernas, la distribución de los espacios en las ciudades actuales, el desarrollo industrial y comercial y las posibilidades que el progreso social y técnico han permitido alcanzar, son factores que han influido de forma considerable en el uso generalizado de los medios de transporte de todo tipo. La necesidad y la posibilidad de una mayor movilidad es patente en la sociedad actual que ha optado por un uso generalizado del automóvil privado frente a la utilización de los medios de transporte públicos, probablemente debido a las mayores niveles de “comodidad” y libertad de movimiento que supone aquél frente a éste y a la falta de un sistema coordinado y suficiente de transporte público como alternativa. Pero todo tiene un precio y el uso masivo del vehículo privado también lo tiene, dado que, de forma descontrolada se han ido llenando las calles y carreteras de vehículos contaminando y compitiendo por el espacio. El uso masivo del vehículo privado está ocasionando a la postre una congestión y paralización del tráfico de proporciones considerables, especialmente en los núcleos urbanos y en las zonas periurbanas, lo que provoca una reducción drástica de velocidad especialmente en horas de ida o regreso a los puestos de trabajo, retrasos y, por tanto, una disminución de la pretendida comodidad y libertad de movimientos y una elevación de los costes económicos. Además, la invasión de los espacios públicos por los vehículos trae consigo un aumento considerable de accidentes de tráfico, un mayor nivel de contaminación y ruido con un considerable impacto en la salud y calidad de vida de los ciudadanos, etc.

La mayoría de recorridos cortos, menores a cinco kilómetros, se realizan en coche con el incremento de formas de vida sedentaria que también tienen incidencia negativa en la salud y esperanza de vida de los ciudadanos. La alternativa a este estado de cosas pasa por una potenciación del transporte público y en una mejora de la red de infraestructuras viarias.

Las administraciones públicas deben hacer una apuesta decidida por el transporte público, fundamentalmente en el ámbito del transporte público de viajeros, en lugar aplicar políticas que tienden a promover el uso del transporte privado, por ejemplo con la construcción de nuevas macro infraestructuras viarias de alta velocidad cuando las existentes se van colapsando, o con la planificación de grandes zonas de aparcamiento o la conversión de extensas zonas tradicionalmente dedicadas al estacionamiento libre, en zonas de estacionamiento regulado y rotatorio, que al final termina con un tráfico inducido en las nuevas vías construidas, que en poco tiempo volverán a colapsarse, y con un desvío de los flujos de tráfico hacía las áreas de estacionamiento y con una circulación oportunista en busca de un lugar de estacionamiento.

Es en el transporte público de viajeros en el que es necesario realizar un mayor esfuerzo, especialmente en el ámbito urbano. Una red de transporte público urbano, bien diseñada, permitiría garantizar que el ciudadano tenga un mayor acceso a bienes, servicios, empleo o actividades de ocio optimizando el tiempo empleado en conseguirlo. Para ello se deberían adoptar medidas que fomenten este tipo de transporte, con carriles exclusivos para transporte público, creación de nuevas líneas capaces de conectar adecuadamente los distintos núcleos, con rotaciones frecuentes, puesta en servicio de vehículos dedicados al transporte público menos ruidosos, menos contaminantes, más cómodos y a precios competitivos. Con estas y otras medidas se estaría potenciando la utilización racional de automóvil, se conseguiría un mejor aprovechamiento del espacio y una reducción significativa de los accidentes de tráfico. Hay que tener en cuenta que el espacio físico que pude ocupar un autobús coincide aproximadamente con el ocupado por dos vehículos turismos y, mientras aquél permite trasladar a unas sesenta personas, los turismos solo trasladarán como máximo a diez personas. Evidentemente el transporte público colectivo supone una ocupación mucho más racional del espacio público.

Por su parte, en cuanto al transporte público de mercancías hay que tener en cuenta que normalmente los lugares de producción se encuentran situados a grandes distancias de los puntos de consumo, lo que lleva a un uso intensivo de los medios de transporte para acercar esos bienes y servicios a los ciudadanos. Aun cuando originalmente el transporte de mercancías por carretera se configuró como un sistema de transporte complementario al ferrocarril, con el tiempo el transporte de mercancías se ha ido polarizando hacia la carretera debido, quizás, a una disminución de inversiones en las infraestructuras ferroviarias y a una mayor agilidad del transporte por carretera para atender la fuerte demanda que se iba produciendo y a la posibilidad de llegar a cualquier punto del territorio. En España más del ochenta por ciento del transporte de mercancías se realiza por carretera, con una dependencia muy fuerte del sector económico en este tipo de transporte. Ello supone la existencia de un gran número de vehículos dedicados al transporte de todo tipo de mercancías circulando por nuestras carreteras, con lo que la incidencia en el tráfico evidentemente es muy elevada, además con una fuerte atomización del sector que se dedica a este tipo de transporte.

La polarización del transporte de mercancías hacia las carreteras implica también un elevado costo en cuanto al mantenimiento y construcción de nuevas infraestructuras viarias que sean capaces de acoger y dar respuesta al tráfico que con esta actividad se produce y que necesita para que sea mínimamente eficiente. Para reducir esta fuerte dependencia, la administración debería realizar una adecuada planificación e inversiones necesarias para incrementar las opciones de transporte, por ejemplo, potenciando el ferrocarril como medio de transporte alternativo o intermodal, por ser un medio más económico y por tanto más competitivo, mucho mas seguro y también más respetuoso con el medio ambiente.