Parte de accidente, supuestamente verídico, enviado a una compañía aseguradora y redactado por un virtuoso de las letras al que le faltó poco para publicar una novela sobre lo acontecido: “Un sol suave pero con personalidad iluminaba la calle de Bravo Murillo…”
“Soy Manuel P. D., propietario y conductor habitual de la motocicleta de la marca Yamaha, modelo XJ 600-S con matrícula M- xxxx-MK, asegurada por vosotros con el número de póliza xxxxxxxx.
Os envío la presente carta para informaros de que tanto la moto como yo hemos sufrido un pequeño accidente.
Dada la humanidad que os caracteriza, doy por supuesto que recibir esta noticia os habrá preocupado por mi estado físico. Tranquilos: me encuentro perfectamente después del tratamiento recibido en el Hospital “Gregorio Marañón”, donde emitieron el parte que os adjunto.
El problema estriba en que en el accidente también intervino un tremendo y reluciente automóvil de la marca Mercedes con matrícula TO-XXXX-P. propiedad de un tal Enrique X. X. y que ejercía como conductor en el momento del percance. Enrique está asegurado en la Mutua Madrileña Automovilista, que supongo conoceréis, con el número de póliza XXXXX. A resultas del golpe, la línea recia pero elegante que caracteriza a los automóviles de la marca Mercedes se perdió en la parte trasera al resultar roto el piloto derecho. Es posible que como consecuencia de esto, el propietario del coche, seguramente inmerso en esta sociedad de consumo que diviniza el dinero, os reclame los gastos de reparación de su vehículo.
Para que juzguéis con conocimiento de causa si os corresponde abonar los gastos a los que me refería en el párrafo anterior os voy a hacer un pequeño relato de lo que aconteció.
Un sol suave pero con personalidad (como corresponde a las 19.00 horas de un 14 de marzo en Madrid) iluminaba la calle de Bravo Murillo a la altura del número 169, donde, como ya habréis supuesto, nos encontrábamos todos los participantes en el evento. Enrique estaba detenido el primero en un semáforo en el carril izquierdo de nuestro sentido (hacia Cuatro Caminos) para efectuar un giro a la izquierda, por lo que tenía que esperar, no sólo a que el semáforo cambiase su rojo prohibitivo por un verde más permisivo, sino también a que los vehículos que venían en sentido contrario le dejaran hacer la maniobra. Yo me hallaba detrás de él, esperando para poder adelantarlo por la derecha y seguir de frente, cuando de pronto ocurrió todo, por supuesto mucho más deprisa de lo que aquí se cuenta. Enrique, dejándose llevar por la soberbia que caracteriza a los poseedores de coches notablemente mas caros y grandes que la media del país, hizo un amago de iniciar la marcha, pensando que si había alguien en la calle que todavía no se había fijado en su coche, con este gesto lo conseguiría. Yo, dentro de mi sencillez, no estoy acostumbrado a iniciar la marcha con un amago si no tengo intención de continuarla, así que al ver como el Mercedes de Enrique rompía su inercia estática yo rompí también la mía…… y su piloto trasero derecho. Era imposible suponer que frenaría de una forma tan brusca a los ocho centímetros de haber empezado a andar. Es por esto por lo que moralmente no me siento culpable en absoluto de la situación. Las responsabilidades legales os dejo que las evaluéis vosotros, que sois los profesionales. Si os queda alguna duda o queréis consultarme cualquier aspecto de esta carta me llamáis a casa o me escribís.”
VISTO EN: elrincondejavier.net
“Soy Manuel P. D., propietario y conductor habitual de la motocicleta de la marca Yamaha, modelo XJ 600-S con matrícula M- xxxx-MK, asegurada por vosotros con el número de póliza xxxxxxxx.
Os envío la presente carta para informaros de que tanto la moto como yo hemos sufrido un pequeño accidente.
Dada la humanidad que os caracteriza, doy por supuesto que recibir esta noticia os habrá preocupado por mi estado físico. Tranquilos: me encuentro perfectamente después del tratamiento recibido en el Hospital “Gregorio Marañón”, donde emitieron el parte que os adjunto.
El problema estriba en que en el accidente también intervino un tremendo y reluciente automóvil de la marca Mercedes con matrícula TO-XXXX-P. propiedad de un tal Enrique X. X. y que ejercía como conductor en el momento del percance. Enrique está asegurado en la Mutua Madrileña Automovilista, que supongo conoceréis, con el número de póliza XXXXX. A resultas del golpe, la línea recia pero elegante que caracteriza a los automóviles de la marca Mercedes se perdió en la parte trasera al resultar roto el piloto derecho. Es posible que como consecuencia de esto, el propietario del coche, seguramente inmerso en esta sociedad de consumo que diviniza el dinero, os reclame los gastos de reparación de su vehículo.
Para que juzguéis con conocimiento de causa si os corresponde abonar los gastos a los que me refería en el párrafo anterior os voy a hacer un pequeño relato de lo que aconteció.
Un sol suave pero con personalidad (como corresponde a las 19.00 horas de un 14 de marzo en Madrid) iluminaba la calle de Bravo Murillo a la altura del número 169, donde, como ya habréis supuesto, nos encontrábamos todos los participantes en el evento. Enrique estaba detenido el primero en un semáforo en el carril izquierdo de nuestro sentido (hacia Cuatro Caminos) para efectuar un giro a la izquierda, por lo que tenía que esperar, no sólo a que el semáforo cambiase su rojo prohibitivo por un verde más permisivo, sino también a que los vehículos que venían en sentido contrario le dejaran hacer la maniobra. Yo me hallaba detrás de él, esperando para poder adelantarlo por la derecha y seguir de frente, cuando de pronto ocurrió todo, por supuesto mucho más deprisa de lo que aquí se cuenta. Enrique, dejándose llevar por la soberbia que caracteriza a los poseedores de coches notablemente mas caros y grandes que la media del país, hizo un amago de iniciar la marcha, pensando que si había alguien en la calle que todavía no se había fijado en su coche, con este gesto lo conseguiría. Yo, dentro de mi sencillez, no estoy acostumbrado a iniciar la marcha con un amago si no tengo intención de continuarla, así que al ver como el Mercedes de Enrique rompía su inercia estática yo rompí también la mía…… y su piloto trasero derecho. Era imposible suponer que frenaría de una forma tan brusca a los ocho centímetros de haber empezado a andar. Es por esto por lo que moralmente no me siento culpable en absoluto de la situación. Las responsabilidades legales os dejo que las evaluéis vosotros, que sois los profesionales. Si os queda alguna duda o queréis consultarme cualquier aspecto de esta carta me llamáis a casa o me escribís.”
VISTO EN: elrincondejavier.net
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