30/5/11

TRÁFICO, CONDUCCIÓN Y MOVILIDAD: CUESTIONES JURÍDICAS Y TÉCNICAS


Curso organizado por la UNIVERSIDAD DE OVIEDO, Vicerrectorado de Extensión Universitaria, Cultura y Deportes

Curso 2010-2011

 Objetivos del curso:

Incorporar en los hábitos de conducta de los conductores el concepto de movilidad urbana y su relación con el urbanismo, tratando de mejorar con ello los niveles de atención y anticipación que han de observarse en el ámbito urbano, así como incrementar sus conocimientos acerca delos protocolos de actuación policial y la necesidad de adecuar la conducción a las limitaciones que produce la ciudad en la seguridad vial.

Contenidos del curso:

Con el programa de este curso se pretende dar a conocer las últimas modificaciones habidas en relación con el tráfico y la circulación; facilitar conocimientos básicos sobre conducción en el ámbito urbano, manejo de los elementos de seguridad del vehículo, y equipamiento de la infraestructura; incrementar el nivel de percepción de la movilidad en el contexto urbanístico; así como conocer los aspectos esenciales del régimen sancionador, los principales derechos y obligaciones de los conductores, y los criterios judiciales aplicables en materia de alcohol y velocidad. Todo ello complementado con prácticas de conducción en las que se intenta que el alumno incremente su nivel de atención en función de la situación real de la movilidad urbana

Fechas de Impartición: Del 18 al 21 de julio de 2011.

Lugar de Impartición: Gijón. Campus Gijón Viesques. Oeste-general. (g.1.11) - Aula 11.

Dirigido por: Juan Manuel González Carbajal García. Universidad de Oviedo .

Plazas disponibles:  50 plazas

Derechos de inscripción:  211,1 euros.

Tipo de curso: Homologable por 4,5 créditos de libre configuración en los expedientes de enseñanzas regladas y por 3 créditos de formación permanente al profesorado no universitario del Principado de Asturias en activo.

Destinatarios: Libre acceso. El seguimiento del curso no requiere conocimientos específicos previos. Es aconsejable que los asistentes al curso dispongan de permiso de conducir.

Matrícula:  A través de Internet o acudiendo a las Unidades de información y matrícula:
En Oviedo, Principado, 3 planta baja. Tfno: 985 103930 . vematricula@uniovi.es
En Gijón, Tomás y Valiente s/n. Tfno: 985182218
Para que la matrícula sea definitiva hay que acreditar el pago en alguna de las Sedes de Extensión Universitaria, como máximo al día siguiente de haber obtenido la carta de pago

Fecha matricula: Del 11 de abril al 5 de mayo de 2011. Del 6 de mayo al 13 de julio de 2011.
PROGRAMA

Lunes, 18 de julio
09:00 Exposición de las líneas generales del curso.
GONZALEZ CARBAJAL GARCIA JUAN MANUEL. UNIVERSIDAD DE OVIEDO
09:30 Contexto general del tráfico y su relación con la movilidad en el ámbito urbano.
GONZALEZ CARBAJAL GARCIA JUAN MANUEL
12:00 Influencia del trazado y el equipamiento de la vía en la movilidad.
LUQUE RODRIGUEZ PABLO. UNIVERSIDAD DE OVIEDO
16:00 Relación entre metrología y la determinación de tasas de alcohol y excesos de velocidad.
GONZALEZ CARBAJAL GARCIA JUAN MANUEL
18:00 Actitud del conductor en relación con los elementos de seguridad pasiva. Posición y visibilidad.
FERNANDEZ RAYON ANTONIO. Asociación de empresarios de Autoescuelas de Asturias
Martes, 19 de julio
09:30 Análisis y proyección en los informe de la movilidad urbana
GONZALEZ CARBAJAL GARCIA JUAN MANUEL
12:00 Equipamientos de seguridad en las vías de titularidad municipal.
AMENGUAL PERICAS ANTONIO. HIASA - GRUPO GONVARRI
16:00 Conocimiento del vehículo y percepción de la vía. Su influencia en la movilidad.
ALVAREZ MANTARAS DANIEL. UNIVERSIDAD DE OVIEDOAMENGUAL PERICAS ANTONIOFERNANDEZ RAYON ANTONIOGONZALEZ CARBAJAL GARCIA JUAN MANUELLUQUE RODRIGUEZ PABLO
18:00 Fundamentos de las técnicas de conducción.
LOURO OJEA ALVARO. Escuela de Conducción y Seguridad Vial
Miércoles, 20 de julio
12:00 Efectos de la última reforma del Código Penal en materia de tráfico. Criterios jurisprudenciales.
DOMINGUEZ BEGEGA JAVIER. UNIVERSIDAD DE OVIEDO
16:00 Criterios jurisprudenciales en las infracciones de tráfico.
GARCIA LOPEZ JUAN CARLOS. CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL
18:00 Relación entre aptitud, actitud y comisión de delitos e infracciones en materia de tráfico.
DOMINGUEZ BEGEGA JAVIERGARCIA LOPEZ JUAN CARLOSGONZALEZ CARBAJAL GARCIA JUAN MANUELLOURO OJEA ALVARO
Jueves, 21 de julio
09:30 Velocidad y características del vehículo.
ALVAREZ MANTARAS DANIEL
12:00 Urbanismo y seguridad vial.
GONZALEZ CARBAJAL GARCIA JUAN MANUEL
16:00 Percepción del urbanismo y anticipación.
AMADO GOMEZ JOSE ANTONIO. Asociación de empresarios de Autoescuelas de Asturias
18:00 Prácticas de conducción urbana: percepción de equipamientos y movilidad.
AMADO GOMEZ JOSE ANTONIO

DETENIDO POR TENENCIA DE ARMAS Y RESISTENCIA A LA AUTORIDAD

Agentes de la Policía Local detuvieron ayer a un hombre por un presunto delito de tenencia ilícita de armas, desobediencia y resistencia a la autoridad.

Los hechos se produjeron sobre las cuatro de la tarde en la confluencia de las calles Carteya y San Bernardo. La patrulla policial observó un vehículo mal estacionado. Al inspeccionarlo salió de un mesón cercano el hombre, cuyo nombre responde a las iniciales M.R.J, que se identificó como propietario del coche, un Opel Corsa, de color blanco.

Los agentes pudieron advertir en el proceso de identificación, y gracias a la colaboración ciudadana, que el hombre portaba una pistola calibre 22, marca Mauser cargada. Entre los dos policías pudieron inmovilizarlo, dada su resistencia.

En el interior del vehículo también se encontraron un cuchillo, de trece centímetros de hoja, y un alicate multiusos. El detenido, puesto a disposición judicial, quedó ingresado en un módulo especial del hospital Punta de Europa con fractura de cadera.

Por otra parte, agentes de la Policía Local pudieron identificar a una joven marroquí de 16 años, localizada en la avenida Blas Infante. La chica declaró que tenía su residencia en Jaén, pero que no contaba con recursos económicos y que todas sus pertenencias se las habían robado en Málaga.

Después de múltiples gestiones pudo conocerse que la joven constaba como fugada de su domicilio familiar, en la localidad jiennense de Martos. Quedo a la espera de sus padres ingresada en un colegio de La Línea.

29/5/11

INSTRUCCIÓN FRENTE A SITUACIONES DE EMERGENCIA


El trabajo del policía local entraña muchos riesgos. Patrullar diariamente la ciudad para velar por la seguridad de sus vecinos es una tarea que hace que, en muchas ocasiones, se tengan que enfrentar a circunstancias peligrosas para su integridad y para la de otras personas.

Extrapolada esta situación al marco estrictamente laboral, representa un supuesto bastante delicado de riesgos laborales, de los que en pocas ocasiones se habla cuando se utiliza este término, que conduce casi siempre a planteamientos dirigidos a obreros, albañiles y trabajos en altura.

Sin embargo, el del policía es un trabajo en el que, en cualquier momento, puede surgir una circunstancia que ponga en peligro sus propias vidas. Bajo este planteamiento, y en el marco de la constante especialización y modernización del cuerpo, la Jefatura lleva cuatro años llevando a cabo un proceso de formación de todos los agentes que trata de velar por su propia seguridad y por la de los ciudadanos.

Los cursos se llevan a cabo prácticamente a diario, con grupos rotativos de policías, lo que permite que toda la plantilla vaya recibiendo esta formación, de vital importancia para conocer le manejo adecuado del armamento y para saber cómo reaccionar ante situaciones de peligro.

Óscar y Quique son los dos monitores responsables de estos cursos, en los que se ponen a los agentes ante prácticamente todos los supuestos a los que puede que se tengan que enfrentar en algún momento.

Ambos son agentes del cuerpo algecireño, y compaginan sus turnos con los cursos, que para la Jefatura son de suma importancia para mantener el nivel de preparación de los agentes que patrullan las calles del municipio.

Óscar y Quique cuentan con una amplísima experiencia en ámbitos como la defensa personal, la utilización de armamento o las técnicas policiales ante casos de agresión, lo que hace que lleven desde hace años una incansable labor formativa en la Policía Local de Algeciras, en la academia de Los Barrios y en distintos puntos de Andalucía, donde también imparten clases y trasladan sus conocimientos.

Los dos policías son instructores de tiro, también de AFT (defensas extensibles metálicas), los dos han hecho el curso de manipulación de pistolas taser, y cada uno cuenta con una especialización en materia de defensa personal y actuaciones en situaciones de riesgo.

Disparo
Una de las especialidades en las que se centran estos cursos de formación es la utilización de la pistola. Tanto Óscar como Quique son los monitores de los ejercicios obligatorios de tiro en galerías cerradas, pero también llevan a cabo una formación casi diaria para instruir en el manejo del arma.

Esta formación implica los ejercicios de tiro en seco, es decir, la manipulación del arma sin hacer tiros en una galería. Estos ejercicios, que representan la simulación de un disparo, permiten ejercitar determinados supuestos en los que un policía debe estar preparado para controlar la situación.

Desenfunde con rapidez, recarga del arma con destreza, manipulación de la pistola en espacios reducidos, cómo resolver una interrupción, empuñamiento, transiciones de pistola a defensa, trabajos en condiciones de luminosidad reducida...

Pero la instrucción en el manejo del arma se orienta también en estos cursos desde la perspectiva de la prevención de riesgos laborales. El conocimiento del arma, su manejo adecuado, y hasta la colocación de la misma en el cinturón para evitar lesionar al agente en la espalda. Son todos elementos que sirven, y mucho, para el trabajo diario de los agentes.

Defensa
Del mismo modo que se instruye en el manejo de la pistola, otro de los puntos clave de los cursos de formación es la correcta utilización de las defensa, comúnmente como porra.

La Policía Local de Algeciras utiliza utiliza unas defensa semirrígidas de polímero, que también forman parte del armamento de otros cuerpos como los Mossos d’Esquadra o la Ertzaintza, y que en Andalucía son portadas por u número reducido de cuerpos locales, como la Policía de Córdoba.

Estas defensas van personalizadas, con el número del policía, asignadas por un curso de formación, y es un arma mucho más práctica que una defensa habitual. De hecho, representa una avance en profesionalidad, civismo y efectismo, ya que la tradicional porra sirve para pegar, y para nada más.

Sin embargo, este tipo de defensa permiten hacer muchas más cosas, como luxaciones (llaves para reducir a una persona) o inmovilizaciones. Estas prácticas centran buena parte de estos cursos.

Estrés
Una particularidad muy interesante de la formación que realizan estos monitores diariamente son las prácticas que conducen a colocar a los agentes ante circunstancias que se pueden encontrar en el devenir diario de su profesión.

Se trata de la llamada formación bajo estrés. Para ello, además, se está utilizando una parte de las nuevas instalaciones de Los Pinos, que los agentes llaman “la casa del terror”, donde reciben una instrucción en situaciones que les producen estrés y ante las que tienen que reaccionar de manera efectiva.

El procedimiento sigue el conocido como condicionamiento adquirido (el popular perro de Paulov). Se lleva a los agentes a circunstancias extremas de forma constante para que, en el momento en el que se pudieran encontrar en una de ellas, reaccionen de forma natural, controlando la situación.

Así, prácticas habituales y sencillas como un desenfunde del arma, la transición de la pistola a la defensa, el engrilletamiento o la reducción de una persona violenta, se exponen ante una serie de condicionantes que hacen que el agente, víctima de los nervios y del estrés, tenga una menor capacidad de reacción.

Para ello, los monitores utilizan armas simuladas, como cuchillos de plástico, pero que desprenden una descarga eléctrica que produce una sensación similar a un corte de grandes proporciones.

Los agentes tienen que saber desenfundar el arma antes de recibir el castigo, incluso corriendo, marcha atrás, y en un corto intervalo de segundos.

Los resultados de estos cursos son muy satisfactorios. “Los vemos en el día a día, cómo los compañeros nos dicen que han sabido reaccionar ante tal o cual circunstancia gracias a los entrenamientos”, afirman. Óscar y Quique desempeñan una labor incansable, ardua, pero bonita, con la que consiguen que la vida diaria de los policías y de los algecireños sea un poco más segura.

Taser
En el marco de los cursos de formación ante situaciones de riesgo que reciben los policías locales se ha introducido también el manejo en la Policía Local de Algeciras de las conocidas como pistolas taser.

Se trata de un arma diseñada para incapacitar a una persona mediante descargas eléctricas que imitan las señales nerviosas y confunde a los músculos motores, principalmente brazos y piernas, inmovilizando al objetivo temporalmente. El taser dispara proyectiles que administran una descarga eléctrica a través de un cable.

Tanto Óscar como Quique son también operadores de taser, al igual que otros policías de la plantilla, que son los que, desde septiembre del año pasado, los llevan en sus servicios. De hecho, siempre hay, al menos, una patrulla que porta la pistola taser por las calles del municipio.

Es un arma no letal o de letalidad reducida. Según señala el intendente mayor de la Policía Local, Ángel Gutiérrez, “el taser es un tema, como la defensa extensible, un tanto demonizado, porque se conoce poco. A mí me llama mucho la atención que nadie se eche las manos a la cabeza después de que un chaval recién salido de la academia lleve una pistola con un cargador y repuestos de hasta treinta balas, y sin embargo se demonicen armas de letalidad reducida”.

Un taser es un arma que descarga pulsos eléctricos, mediante dardos que descargan un proyectil de un gas inerte. El propio Ángel Gutiérrez fue la primera persona del cuerpo algecireño en conocer sus efectos, ya que se ofreció como voluntario en una demostración.

De hecho, uno de los requisitos para poder usarla es que los policías autorizados han de superar el curso de operador de taser, y para ello tiene que ser “taseados”.

“Están pensadas para salvar vidas. Está pensado como una opción para no tener que usar el arma de fuego”, señala Gutiérrez. No hay muchas circunstancias en las que puedas hacer uso de las taser, ya que, por ejemplo, no es aconsejable cuando haya riesgo de caída de su destinatario.

El policía tiene que estar a una distancia corta, y tiene que haber una situación de riesgo para la integridad física de una persona, y en una situación que no requiera de una intervención tan letal como el uso del arma. No son muchas las circunstancias.

Los taser usados por la Policía Local de Algeciras, en el momento en el que se les quita el seguro, llevan incorporado una web cam que graba imagen y audio de la intervención, la cual se puede presentar en el juzgado en caso de que así se requiera”.

FUENTE:  El Faro Infomación

23/5/11

HACHIS EN LA RUEDA


Agentes de la Policía Local detuvieron la pasada madrugada a dos personas a las que se acusa de varios delitos, entre ellos uno contra la salud pública, después de que intentasen recuperar droga oculta en el interior de la rueda de repuesto de un vehículo estacionado en un aparcamiento de la ciudad.

Los hechos se han producido a las dos y media de la mañana de hoy después de que el vigilante de un parking ubicado en la avenida Virgen del Carmen alertase telefónicamente a la Sala del 092 de la presencia de una persona encapuchada que merodeaba por el interior del edificio. Desplazada hasta el lugar una dotación policial, los agentes realizaron una batida por todas las plantas sin encontrar a nadie, aunque observaron que por la parte trasera del estacionamiento salía un ciclomotor con dos individuos a bordo, uno de los cuáles portaba un pasamontañas.

Estas dos personas, al percatarse de la presencia de los policías emprendieron la huida a pie en direcciones diferentes, por lo que los funcionarios actuantes solicitaron el apoyo de otras unidades. Uno de los sujetos fue interceptado en la calle Alférez García del Valle después de arrojar un destornillador que llevaba encima a un descampado, mientras que al otro se le localizó en la calle Trafalgar.

Tras ser interrogados ambos, que además presentaban un gran nerviosismo, afirmaron no haber estado en el parking, aunque a preguntas de los policías cayeron en varias contradicciones. Finalmente, uno de ellos reconoció que la otra persona le recogió en su domicilio en el ciclomotor para ir a recoger una rueda de un vehículo que contenía droga, dando incluso la descripción de una tercera persona que era la que había encargado esa actuación.

Ante esa información, los policías volvieron al aparcamiento y localizaron en la planta séptima un turismo marca Mercedes que presentaba varios daños tanto internos como externos, entre ellos, que la cerradura del maletero estaba forzada. En su interior encontraron una rueda de repuesto con un peso superior al normal, y que además no rebotaba al golpearla contra el suelo, por lo que decidieron abrirla y encontraron en su interior ocho paquetes envueltos con cinta aislante, que contenían 170 paquetes de hachís con un peso aproximado de 16 kilogramos.

Por ello se procedió a la detención de F-L-G., de 18 años de edad y nacido en Algeciras, y de C.M.O.G., indocumentado de nacionalidad mejicana, residente en esta ciudad y de 22 años, quienes han sido puestos a disposición de la autoridad judicial.

16/5/11

I JORNADAS VICTIMAS Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN


  • Cartagena, sede de las I jornadas sobre víctimas y medios de comunicación
  • Al inicio se presentará el libro ‘Víctimas y medios de comunicación. Reflexiones sobre el tratamiento de la violencia’.
  • El Consejero de Justicia y Seguridad de la Región, Manuel Campos y el Director de 'La Verdad’, Alberto Aguirre de Cárcer, serán los encargados de inaugurar las jornadas y dirigir el acto de presentación de la obra victimal.
El miércoles 25 de mayo, a partir de las 16 horas darán comienzo las I Jornadas sobre víctimas y medios de comunicación. El Parque de Seguridad de la Policía Local de Cartagena, en su Salón de Actos, verá esa tarde la fusión del mundo victimal y periodístico, unidos por la misma causa, la defensa y mejor trato a las víctimas de todo tipo, bajo la dirección del periodista y criminólogo, Juan Antonio Carreras.

Durante el acto inaugural, que correrá a cargo del Consejero de Justicia y del director de La Verdad, se procederá a la presentación del libro de la editorial de estudios victimales que lleva el título ‘Víctimas y medios de comunicación. Reflexiones sobre el tratamiento de la violencia’, en el que han participado, entre otros, caras conocidas en nuestra región como José Cabrera Forneiro -más conocido por Doctor Cabrera- y Emilio José García Mercader, director de la Cátedra Internacional de Victimología ‘Antonio Beristain Ipiña’. También el profesor y periodista Felipe Julián Hernández Lorca, o la Presidenta de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España, Elsa González Díaz.

El Decano del Colegio de Periodistas de la Región de Murcia, Juan Tomás Frutos abrirá la primera mesa de debate, acompañado por el Inspector Jefe de la Policía Local de Cartagena, Manuel Asensio, la periodista Ángela de la Llana y el Presidente de la Asociación de Criminólogos de Murcia, Damián Paredes.

La segunda mesa redonda, se iniciará con el director de las jornadas, Juan Antonio Carreras, acompañado por las periodistas Lola García y Noelia Arroyo, de ‘La opinión’ y ’La Verdad’ respectivamente y del delegado de la AVT en la Comunidad de Madrid, Carlos Cortadi.

El Concejal de Seguridad Ciudadana, Javier Herrero Padrón, será el encargado de clausurar las jornadas, y acto seguido se procederá a la entrega de diplomas a los asistentes.

Estas jornadas son de especial interés para criminólogos y estudiantes de Criminología, funcionarios de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, licenciados y estudiantes de Derecho, periodistas y estudiantes de Periodismo, funcionarios de la Administraciónde Justicia y de Instituciones Penitenciarias, psicólogos, trabajadores sociales, personal sanitario, entre otros.

La inscripción es gratuita y se realizará enviado nombre completo y DNI por mail a carris@ono.com con aforo limitado a las 200 primeras peticiones.

ADQUISICIÓN DEL LIBRO ‘Víctimas y medios de comunicación’



‘Víctimas y medios de comunicación. Reflexiones sobre el tratamiento de la violencia’, es una publicación de la Editorial de Estudios Victimales. Así, la “Biblioteca General de Victimología” es el fruto de la cooperación entre la Editorial de Estudios Victimales y la Fundación de Victimología.

En breve podrá adquirirse el libro por Internet, a través de la página web de la Editorial: www.estudiosvictimales.com

La editorial de Estudios Victímales, bajo la dirección científica de Emilio José García Mercader, presidente de la Fundación de Victimología y Vicepresidente del Instituto Iberoamericano de Victimología, a través de diversas publicaciones, profundiza en el estudio y análisis de la victimología desde un punto de vista profundamente humanístico.



COMPOSICIÓN DE LAS MESAS

PRIMERA MESA: De16.30 a 18.30 horas

SR. D. JUAN TOMÁS FRUTOS.
Decano del Colegio de Periodistas de la Región de Murcia

SR. D. MANUEL ASENSIO MONTILLA.
Inspector Jefe de la Policía Local de Cartagena

SRA. Dª. ÁNGELA DE LA LLANA CAMPOS.
Periodista, corresponsal de 'La Vanguardia'

SR. D. DAMIÁN FRANCISCO PAREDES VERA.
Presidente de la Asociación de Criminólogos de Murcia

SEGUNDA MESA: De 18.30 a 20.30 horas

SR. D. JUAN ANTONIO CARRERAS ESPALLARDO.
Director de las Jornadas.

SRA. Dª. LOLA GARCÍA ABELLÁN.
Redactora Jefa de 'La Opinión'

SRA. Dª. NOELIA MARÍA ARROYO HERNÁNDEZ.
Jefa de Información y Contenidos de 'La Verdad'

SR. D. CARLOS MARÍA RUIZ CORTADI.
Delegado de la AVT en la Comunidad de Madrid

25 de mayo de 2011 - A las 16:00 horas (finalización prevista entre 20:30 y 21:00 h.)

En el Parque de Seguridad de la Policía Local de Cartagena

Carretera La Unión, Km. 2 (30399 Cartagena)

PDF:

I JORNADAS VÍCTIMAS Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN - MAYO 2011 - CARTAGENA

CÓMO LLEGAR:

COMO LLEGAR

15/5/11

LA ENSEÑANZA

UN PROFESOR APRENDE EN LA CALLE (OCHO)
    Yo, que había considerado siempre a los policías como una banda de “paranoicos”, descubrí, en medio de la violencia a la que asistía todos los días, que un buen policía debe vivir en estado de desconfianza perpetua si quiere regresar a su casa todos los días. Como tantos otros policías, a fuerza de verme expuesto todos los días a la criminalidad de la calle, llegue pronto a llevar un arma prácticamente todo el tiempo fuera de las horas de servicio. Empecé a observar con atención a todas las personas y todos los objetos que me rodeaban, pues las cosas empezaban a adquirir una nueva significación: así, una puerta abierta, un individuo vagando por una calle oscura, una placa de matrícula trasera cubierta de barro. Según mi familia, mis amigos y mis colegas de la docencia, mi personalidad empezó a modificarse lentamente, a medida que mi carrera de policía progresaba. Así como antaño, en compañía de otros intelectuales, me inclinaba fácilmente al sarcasmo al hablar de los policías, ahora me volvía sumamente susceptible cuando se hacían en mi presencia ese tipo de observaciones, y varias veces me lancé a apasionadas discusiones a este respecto.

    Al ser policía yo mismo, me pareció que la sociedad exige demasiado de sus funcionarios de la policía: Les pide no sólo que hagan respetar la ley, sino también que sean simultáneamente psiquiatras, consejeros conyugales, trabajadores sociales e incluso sacerdotes y médicos. Descubrí que un buen policía de la calle reúne, en su trabajo cotidiano, un poco de cada una  de esas profesiones complejas y de muchas más todavía. No es normal, en verdad, pedir tanto a los policías; sin embargo, es preciso, ya que no hay nadie más a quien podamos dirigirnos para pedir ayuda en el tipo de crisis y problemas de que ha de ocuparse el policía. Nadie sino e1 quiere aconsejar a una familia y ayudarla a resolver sus problemas a las tres de la madrugada del domingo, nadie sino él quiere penetrar en un inmueble no alumbrado después de que ha sido visitado por los ladrones; nadie sino é1 está dispuesto a hacer frente a un ladrón o a un loco “armado” nadie sino é1 quiere mirar cara a cara la pobreza, la enfermedad y la tragedia humana, día tras día, para recoger los trozos de vidas rotas.

    Muchas veces me hice las preguntas siguientes, cuando era policía:

    ¿Por qué se hace uno policía?”. “¿Por qué permanece uno en la profesión?” La respuesta no está ciertamente en la falta de consideración de que es uno víctima, ni en las restricciones legales, que hacen el oficio cada vez más puro, ni en la duración de los horarios, ni en los bajos sueldos, ni en el peligro de ser muerto o herido al tratar de proteger a personas que muchas veces ni siquiera parecen agradecerlo.

    La única respuesta que he podido encontrar a esta pregunta se basa en mi propia experiencia de policía que es limitada. Cada noche volvía a casa y me quitaba la insignia y el uniforme azul con un sentimiento de satisfacción y el convencimiento de haber aportado una contribución a la sociedad. No he experimentado este sentimiento en ninguna otra profesión. En cierto modo, este sentimiento parece que permite soportar la falta de consideración, el peligro.

    Durante demasiado tiempo, los profesores de los establecimientos de enseñanza secundaria y superiores estadounidenses hemos inculcado discretamente a los jóvenes la idea de que ser policía es algo malo. Ya es hora de que esta situación cese. Esto es lo que me vi obligado a admitir una tarde, no hace mucho. Acababa de terminar mi servicio de policía y tuve que precipitarme a la Universidad para una clase vespertina, sin tiempo para quitarme el uniforme. Al precipitarme a mi despacho para tomar unas notas, vi que el rostro de mí secretario se alargaba a la vista del uniforme. “Pero Doctor Kirham, ¿no irá a dar su clase vestido así?” Quedé confuso un momento, y comprendí de pronto que si hubiera aparecido ante mis estudiantes con barba o cabello largo no habría  tenido necesidad de disculparme. Los partidarios del amor libre y los revolucionarios predicadores del odio no se disculpan por pertenecer a esos movimientos. ¿Por qué habría de hacerlo alguien cuyo aspecto físico simboliza un compromiso de servir a la sociedad y protegerla? “¿Por qué no? Repliqué con una sonrisa. Estoy orgulloso de ser un poli”; Reuní mis notas y fui a dar clase.

    Terminare diciendo que quisiera que otros educadores se tomaran el trabajo de examinar algunos de los problemas del policía antes de apresurarse a condenarle y a juzgarle. Todos conocemos el viejo proverbio según el cual debemos abstenemos de juzgar a alguien antes de haber recorrido al menos un kilómetro con sus zapatos. Evidentemente, yo no he podido recorrer ese kilómetro como policía principiante, con seis meses justos de experiencia. Pero al menos me he probado los zapatos y he dado algunos pasos difíciles con ellos, Esos pocos pasos me han dado una comprensión y un juicio de nuestra policía radicalmente nuevos, y he tenido que admitir con toda modestia que la posesión de un doctorado no abre todos los conoci­mientos ni pone a su titular en una posición Superior en la que no pueda recibir lecciones de personas menos instruidas que él.

14/5/11

UN CORAZÓN BAJO EL UNIFORME

UN PROFESOR APRENDE EN LA CALLE (SIETE)
    Pese a toda la miseria y todo el sufrimiento humano con que los policías tienen que rozarse durante su trabajo, me sorprendía el increíble sentido humano y la sensibilidad que parecen caracterizar a la mayoría de ellos. Repetidas veces hube de renunciar a la imagen estereotipada que me había hecho del “poli” brutal y sádico, al ver el sentido de fraternidad humana que puede mostrar la policía: Así aquel joven policía practicando el boca a bo­ca en una piltrafa humana cubierta de suciedad; o aquel policía de cabello gris que parecía confuso cuando descubrí las bolsas de caramelos que lleva­ba en el cofre de su automóvil para niños pobres en los “ghettos”, para quienes era una especie de Papá Noel; o aquel otro que daba dinero de su bolsillo a una familia hambrienta y desprovista de todo recurso, a la que seguramente no volvería a ver; o, en fin, ese otro policía que fuera de sus horas de servicio visitaba a unos padres inquietos para hablarles de su hijo o de su hija, que atravesaba una crisis.

    Como policía, me asombraba muchas veces al ver cómo mis colegas podían resistir a las previsiones cotidianas, a menudo intensas, que les imponía su trabajo. Lo prolongado de los servicios, los fracasos, el peligro y la tensión, todo ello parecía aceptado, como si formara parte, naturalmente de la realidad del trabajo profesional.

    Termine por hacer el descubrimiento que incita a la modestia, de que lo mismo que los colegas con los que trabajaba, yo no era sino un ser huma­no, cuyos límites vienen fijados por la cantidad de tensión que puedo soportar en un tiempo dado.

    Recuerdo en particular una tarde en que esto se me reveló de manera notable. La jornada había sido larga y difícil, había terminado con la persecución a gran velocidad de un automóvil robado. Habíamos estado a un pelo del accidente grave en un momento en que otro vehículo había venido a interponerse ante nuestro auto-patrulla. Terminado el trabajo, yo tenía vagamen­te conciencia de estar muy cansado y en tensión. Mi colega y yo caminábamos hacía un restaurante, para tomar un poco de alimento, cuando ambos oímos un ruido de vidrios rotos que venía de una iglesia y vimos a dos muchachos de cabello largo que huían. Les interpelamos y pedí a uno de ellos su documen­tación, al mismo tiempo que le enseñaba mi tarjeta de policía. Se rió de mí en mis narices, lanzó una palabra grosera e hizo ademán de irse, Inmediatamente le agarré por la camisa y le hice dar media vuelta, gritando: “¡A ti te hablo! animal:”   Sentí, la mano de mi colega en mi hombro y  detrás de mí su voz sosegada que me decía: “¡Calma, Doctor!”. Solté al adolescente y durante algunos segundos no abrí la boca, incapaz de aceptar la evidencia de que había perdido mi sangre fría.  Como un relámpago, me atravesó el recuerdo de una lección en la cual había dicho a mis alumnos: “Quien es inca­paz de dominar enteramente sus emociones en todas las circunstancias no tiene nada que hacer en la policía”.  A la sazón  estaba encargado de dirigir un estudio sobre las relaciones humanas, para enseñar a los policías la técnica del dominio de las emociones. Y ahora un policía se veía obligado a decirme a mí, experto en “dominio de emociones”, que me calmara.

13/5/11

UN PUNTO DE VISTA DIFERENTE

UN PROFESOR APRENDE EN LA CALLE (SEIS)
El mismo tipo de tensión cotidiana que aquejaba a mis colegas empezó pronto a corroerme. Estaba harto de verme insultado y atacado por malhechores, que, en general, encontrarían un auditorio muy comprensivo en los jueces y los jurados, dispuestos a comprender su punto de vista y a concederles una “segunda oportunidad”.  Estaba harto de vivir bajo la amenaza de esa espada de Damocles que son la prensa y los grupos de presión, dispuestos a hacerse lenguas de la más ligera falta cometida por mí o por uno de mis colegas Policías.
Como profesor de criminología, había tenido siempre un lujo a mi al­cance: el de disponer de tiempo sobrado para tomar decisiones difíciles, pero como policía, me veía obligado a tomar las decisiones más críticas en un lapso de segundos, y no de algunos días, por ejemplo, para decidir si debía disparar o no, arrestar o no a una persona perseguirla  o dejarla escapar; y siempre con la molesta certeza de que otros, los que disponen de mucho tiempo para analizar y pensar, estaban dispuestos a juzgarme y condenarme por lo que hiciera o lo que no hiciera. Me veía obligado no sólo a vivir una vida hecha de segundos y de adrenalina, sino también a tratar de problemas humanos más difíciles que todos los que me habían salido al paso en el transcurso de mis actividades penitenciarias y psiquiátricas.
Las disputas familiares, la enfermedad mental, las multitudes que llevan en germen situaciones explosivas, los individuos peligrosos, todo ello me aterraba cada vez mas por la complejidad de las funciones de unos hombres cuyo trabajo me había parecido antaño relativamente sencillo lo que yo quisiera es pedir al psicólogo o al psiquiatra medio que trabajaran un día solamente como policías y que trataran a personas con problemas que además de ser graves, requieren una solución inmediata. Les invitaría a penetrar como yo he hecho, en una sala de apuestas llena de humo de cigarros, en la que cinco o seis hombres coléricos se injurian.
Quisiera que el consejero de prisiones o el encargado de la libertad bajo fianza vieran a su cliente no en la calma del despacho, sino como le ve el policía callejero, zurrando a su hijo pequeño con un cinturón de pesada hebilla o dando patadas a su mujer en cinta. Quisiera que e1 y todos los jueces y jurados de nuestro país, pudieran ver, como no puede por menos el policía de la calle, los estragos de la criminalidad sobre inocentes que reciben cuchilladas, tiros, golpes que son violentados, robados y asesinados. Este espectáculo les daría, no lo dudo, una visión distinta del crimen y de los malhechores, como a mí me ocurrió.

12/5/11

VÍCTIMAS SILENCIOSAS

UN PROFESOR APRENDE EN LA CALLE (CINCO)

    Después de formar parte de los que siempre se habían ocupado mucho de los derechos de los delincuentes, empezaba ahora por primera vez a considerar la cuestión de los derechos de los policías. Ahora que vestía el uni­forme de policía me parecía que los esfuerzos que hacía para proteger a la sociedad y velar por mi seguridad personal estaban amenazados por numerosas decisiones judiciales y por las medidas de indulgencia tomadas por la comi­sión de libertad bajo fianza que yo siempre había defendido con tenacidad. Yo, que había recibido una cierta instrucción, no podía responder a mis colegas cuando se preguntaban por qué los que matan y mutilan a policías (es decir, a hombres que tienen la alta misión de mantener la cohesión de la sociedad) son condenados tan a menudo a penas menores. Empezaba a cansarme de todos los esfuerzos que tenía que hacer para sujetarme a ciertas restricciones legales, cuando en el mismo momento los bandidos y los delincuentes no dejaban de burlar la ley en provecho propio. Me acuerdo de una tarde en que estaba en la calle leyéndole sus derechos a un revendedor de heroína cuando, de repente,  el individuo rompió a reír y termino de recitar de memoria la lección, sin alterar una sola palabra. Se le había informado sobre sus derechos con arreglo a la ley, pero ¿qué hacía é1 con los derechos de las víctimas? Por vez primera empezaban a asaltarme preguntas de este tipo.

    Habiendo sido educado en un hogar burgués y confortable y, habiendo trabajado en los servicios penitenciarios, nunca había conocido el tipo de miseria humana y de tragedia que forman parte de la vida cotidiana del policía. Ahora, visiones a menudo terribles, sonidos y olores que me habían sa­lido al paso durante mi trabajo quedaban rondando mi imaginación mucho tiempo después de haberme quitado el uniforme azul y la insignia. Algunas noches, en la cama, era incapaz de conciliar el sueño. Me esforzaba vanamente en olvidar lo que había visto durante mí patrulla: los tugurios infectados de ratones que servían de viviendas a los menos afortunados; un niño de diez años que moría en mis brazos después de haber sido atropellado por un automóvil; dos niños pequeños vestidos de harapos y hambrientos ju­gando en un corredor sucio de orina; la víctima de un ataque a mano armada, salvajemente atacada y asesinada.

    En mi nuevo papel de policía descubría que las víctimas eran algo más que estadísticas impersonales. Cuando era trabajador social de los servicios penitenciarios y profesor de criminología, apenas había pensado en quienes son las víctimas de los malhechores en nuestra sociedad. Ahora que veía tantas vidas irremediablemente rotas y destruidas por los autores de los crímenes, me obsesionaba la cuestión de la responsabilidad que incumbe a la sociedad de proteger a los hombres, las mujeres y los niños, “que son cada día víctima de esos malhechores.

    Entre todos los casos trágicos que he visto en estos últimos seis meses hay uno que recuerdo muy particularmente. Se trataba de un anciano que vivía con su perro en mi inmueble de las afueras. Era un conductor de autobús retirado, que había perdido a su esposa hacía mucho tiempo. Al cabo de algún tiempo, me había hecho amigo del viejo y de su perro. En general, les encontraba en la esquina de la calle cuando me dirigía al trabajo. Solíamos cambiar algunas palabras y, a veces, me acompañaba un rato. Ambos te­nían una regularidad cronométrica: cada tarde, hacia las 7, el anciano iba al mismo pequeño restaurante no lejos de allí para cenar, mientras que el perro esperaba pacientemente fuera.

    Una noche, mi colega y yo acudimos a una llamada por agresión a mano armada cerca de mi inmueble. Me dio un vuelco el corazón cuando al acercarme vi al pobre viejo en medio de un corro congregado en la acera. Estaba tendido de espaldas, en medio de un gran charco de sangre y trataba de levantarse apoyándose en un codo. Tenía una mano en el pecho, donde habla recibido una herida de bala y me dijo, respirando penosamente, que tres jóvenes le habían detenido y le habían pedido su dinero, habiéndose apoderado de su cartera y después de ver que había poco dinero, habían disparado sobre él y le habían dejado en la calle. Como policía, yo no podía contener mi indignación por la crueldad y la gratuidad de actos de este tipo, así como por la alevosía de aquellos gamberros cínicos que podían atacar con impunidad a ciudadanos inocentes.

11/5/11

EL MIEDO

UN PROFESOR APRENDE EN LA CALLE (CUATRO)

   De la misma manera que el crimen, el miedo perdió rápidamente su carácter impersonal y abstracto, para convertirse en una realidad cotidiana. Ese miedo se traducía en una opresión de las entrañas cuando, por ejemplo, me acercaba a un almacén donde se había puesto en marcha una señal de alarma silenciosa. Se traducía en una boca seca cuando, con nuestros faros azules y nuestra sirena, corríamos hacia los lugares que se nos había señalado mediante una “señal cero” (individuos armados y peligrosos). Por primera vez en mi vida hice el aprendizaje verdadero del miedo, tal como lo conoce cada policía. Día tras día el miedo me seguía, haciendo brotar un sudor frío en mis manos y llevando adrenalina a mis venas.

    Recuerdo muy particularmente un aprendizaje dramático del miedo que hice poco después de mi entrada en la policía. Mi colega y yo estábamos haciendo una patrulla ordinaria un sábado por la tarde, en uno de los barrios bajos lleno de bares y de lugares de apuestas  deportivas, cuando nos fijamos un joven estacionado en doble fila en medio de la calle. Me detuve cerca de él y le rogué educadamente que aparcara junto a la acera o que circulara. Empezó a gritar muy fuerte, con abundancia  de juramentos, que no se movería de allí. Cuando bajamos de nuestro coche patrulla para acercarnos al hombre, una  multitud turbia empezaba a reunirse, y el hombre gritaba que le estábamos fastidiando y pedía la ayuda de las personas presentes. En cuanto profesor de criminología, algunos meses antes yo hubiera insistido en que el policía, que era yo mismo, debía dejar simplemente el vehículo en do­ble fila e irse en lugar de  correr el riesgo de  provocar un incidente. Pero en cuanto policía, había llegado a comprender que un policía no debe nunca eludir su responsabilidad y debe aplicar la ley cueste lo que cueste. Cualquiera sean los riesgos que corres, cada policía comprende que entre la civilización y la ley de la selva solo la competencia del policía puede sostener la autoridad licita por él representada.

    El hombre continuo injuriándonos y negándose con toda su energía a mover su vehículo. Al proceder a su detención y tratar de hacerle entrar en nuestro automóvil, un hombre y una  mujer desconocidos salieron de la multitud, que no dejaba de aumentar, e intentaron liberarle. En el tumulto que siguió, una mujer histérica se destaco y trato de agarrar mi  revólver de servicio, mientras que la multitud colérica empezaban a precipitarse sobre nosotros. En un instante dejé de ser el intelectual que mira desde lo alto de su  torre de marfil cómo un  policía comete excesos de celo en la calle: yo mismo participaba y combatía para seguir vivo y no ser herido. Me acuerdo del miedo que me atenazaba las entrañas mientras que trataba de alcanzar  la radio de nuestro automóvil. Accioné simultáneamente una señal de alarma y el botón secre­to que libera a nuestras armas de su soporte, en el momento en que mi colega trataba de guardar al prisionero y de  mantener  a la multitud a distancia por medio de su revolver.

    Cual severamente hubiera juzgado, solo algunos meses antes, al policía que ahora   empuñaba el revólver. Pase por  detrás del vehículo, el arma en la mano, y grite a la multitud que se retirara. Pensé de nuevo, en un instante, que siempre había sostenido el parecer de que los policías no debían llevar revólveres, a causa de su carácter de “arma ofensiva” y del peligro que su vista puede presentar para las relaciones con los habitantes. Ciertamente que cuando era profesor de criminología me hubiera apresurado a condenar al policía que ahora no era otro que yo mismo y que temblaba de terror y de inquietud y amenazaba con su arma a una multitud no armada. Pero las circunstancias que habían llegado a cambiar radicalmente mi punto de vista, pues ahora era mi vida y mi seguridad las que estaban en peligro, mi mujer y mis hijos quienes llevarían el luto. No se trataba de “un policía “o del policía Smith, sino de mi George Kirkham. Se explica, pues, que sintiera despecho cuando el día siguiente por la tarde volví a ver en la calle al que había estado a punto de provocar un tumulto, riendo como si al acusarle de “resistencia a la autoridad con violencia ” hubiéramos querido gastarle una gran broma. Igual que mi colega, me invadió un sentimiento de cólera y decepción cuando poco después el mismo individuo pudo reconocerse culpable después de quedar reducida la acusación a ” alteración del orden publico”.

10/5/11

CUESTIÓN DE PRINCIPIOS

UN PROFESOR APRENDE EN LA CALLE (TRES)

El  profesor se había enfrentado con la cruda realidad. Descubrió que algunos “ciudadanos” en determinadas circunstancias, que podríamos considerar como “excepcionales” (aunque no lo sean tanto), no responden ante los legítimos requerimientos de los agentes de la autoridad en la forma que normalmente cabría esperar.  En unos casos por la concurrencia de alcohol o drogas y en otros por la existencia de determinados estados de ánimo o patologías difícilmente perceptibles hasta que la situación lleva al punto de no retorno.  Son numerosos los casos en los que una intervención policial que, en principio, no presentaba mayor dificultad técnica, ni era previsible que la situación degenerara, acaba con la detención de algún individuo que ha respondido con incontinencia verbal o física.  En los casos mas graves de desobediencia o resistencia se ha llegado a producir lesiones e incluso un resultado mucho mas grave en una u otra parte, algo que es difícil de entender desde la distancia que proporciona la serenidad y sosiego de un despacho.

A los agentes se nos pide que, en las relaciones con los “ciudadanos”, observemos en todo momento un trato correcto y esmerado; que actuemos con la decisión necesaria y sin demora, cuando de ello dependa evitar un daño grave, inmediato e irreparable y que, cuando realicemos una detención, velemos por la vida e integridad física de las personas a las que se vaya a detener y todo ello teniendo siempre presente los principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad en la utilización de los medios de los que dispongamos o tengamos a nuestro alcance. Todo un conglomerado de obligaciones, requisitos y principios difícilmente observables en determinados supuestos, en los pocos segundos o minutos en los que suelen sucederse los hechos que se deriven de la propia intervención. Posteriormente los mas nimios detalles de la intervención serán minuciosamente analizados placidamente desde la distancia.
Por primera vez en mí vida me encontré frente a individuos que veían en la bondad una debilidad y una invitación a la irreverencia y a la violencia. Me encontré frente a hombres, mujeres y niños que, bajo el impul­so del miedo, de la desesperación o de la emoción, apelaban a lo que se encontraba tras mi uniforme azul y mi insignia para guiarles, vigilarlos y di­rigirles. Para alguien que había siempre condenado el ejercicio de la autoridad, aceptarse como símbolo ineluctable de autoridad fue una amarga revelación.

Descubrí que entre encontrar a individuos como lo había hecho en el marco de instituciones psiquiátricas o penitenciarias, y enfrentarse con ellos, como debe hacerlo el policía cuando son violentos, están excitados o desesperados, había un mundo. Al vestir el uniforme de policía perdía el lu­jo de estar sentado en un despacho climatizado con mi pipa y mis libros, con versando reposadamente con el autor de una violación o de un robo a mano ar­mada sobre los problemas de su pasado que le hablan conducido a ponerse con­tra la ley.  ¡Aquellos delincuentes parecían tan inocentes, tan inofensivos en el marco aséptico de la prisión! Los delitos que habían cometido a menudo terribles, pertenecían a un pasado ya muy remoto y se reducían como a sus víctimas, a cierto número de palabras impresas en una página.

Ahora, en cuanto policía, empecé por primera vez a ver en el delin­cuente una amenaza muy real para mi seguridad personal y la de nuestra sociedad. El criminal ya no era una persona inofensiva, vestido con un mono azul, sentado al otro lado de mi mesa en mi despacho de la prisión, ni una “vícti­ma” de la sociedad, que debía ser tratada con piedad y clemencia. Era un au­tor de robo a mano armada que huía del lugar de su fechoría, un loco peligroso que con el arma en la mano amenazaba a su familia, alguien que agazapado tras el volante de un automóvil en una calle mal iluminada podía matarme.

9/5/11

EL PRIMER DÍA

UN PROFESOR APRENDE EN LA CALLE  (2)

El primer día de servicio el profesor se presentó en la estación (comisaría) de policía con sentimientos encontrados. Por una parte se sentía incomodo, a partir de ese instante se enfrentaría a un mundo que desconocía y notaba que había perdido totalmente la confianza en sí mismo, que había adquirido en los meses en los que tuvo que asistir a sus sesiones de formación. Por otra parte, lo afrontaba con un toque de ingenuidad, pensando, quizás, que su formación intelectual y científica le permitirían resolver con cierta facilitad cualquier problema que pudiera presentársele.

Con el paso del tiempo, el profesor tuvo que reconocer que la idea preconcebida que tenía de la policía no se ajustaba en absoluto a la realidad y que la experiencia había conseguido que algo en él hubiera cambiado:

Son tantos los acontecimientos que se han producido en estos seis meses que ya nunca seré ni ese hombre, ni ese científico que se presento ante el puesto de policía ese primer día.

El profesor se enfrenta a una realidad muy distinta a la que hasta ese momento había vivido. El castillo de naipes en el que había vivido comenzaría a derrumbarse. La imagen del policía suele estar estereotipada, o se le ve como un dios cuando nos encontramos en problemas y acuden en nuestra ayuda o es el mas despreciable de todos los seres.

Siempre había pensado que los policías exageran mucho el número de insultos de palabras y malos tratos de que son víctimas en servicio. Las primeras horas pasadas en la calle, como policía, me encontraba en un estado de felicidad que no debía durar mucho. Como profesor de Universidad, estaba acostumbrado a ser tratado con respeto y deferencia por todos. Me imaginaba un poco ingenuamente que encontraría ese mismo respeto en mi nuevo papel de policía. Después de todo, yo era representante de la ley; todos, gracias a mi insignia y a mi uniforme, podían ver que estaba consagrado a la protec­ción de la sociedad. Ciertamente esto me daba derecho a cierto respeto y a cierta cooperación por parte del público; al menos así lo creía yo. Muy pronto me percaté de que mi insignia y mi uniforme, más bien que protegerme contra el gamberrismo y la violencia, no hacían sino atraerme, como un imán, hacía numerosos individuos que odiaban lo que yo representaba.

No me había impresionado la advertencia que me había dado la primera tarde un veterano. Un “sargento” que al saber que yo tenía que empezar a tra­bajar en una patrulla me había dicho moviendo la cabeza: “Tenga cuidado, profesor. A veces es muy duro”. Pronto comprendí lo que quería decir.

La primera tarde, algunas horas después del comienzo de mi patrulla, se envió a mi colega y a mí a un bar del centro para restablecer el orden. En el establecimiento encontramos a un borracho de fuerte complexión que discutía con el encargado del bar y se negaba a marcharse.

Teniendo yo una gran experiencia con los presos y los enfermos mentales, me apresuré a hacerme cargo de la situación. “Perdón, señor, dije con una sonrisa amable al borracho, ¿tiene la bondad de salir para hablar conmigo un momento?”. El hombre, asombrado, me miro con ojos redondos e inyectados de sangre durante algunos instantes y se puso a rascarse el mentón, no afeitado desde hacía varios días. Después, de repente, sin preámbulo, ocurrió la cosa. Se precipitó contra mí, no alcanzándome felizmente en el rostro, y me golpeó en el hombro derecho, ¿Qué había hecho yo para provocar tal reacción? Antes de que me hubiera repuesto de mi sorpresa me golpeó de nuevo, arrancando esta vez la cadena de mi silbato sujeta a la hombrera. Después de una breve lucha, logramos encerrar al borracho, que continuaba gritando y jurando en la parte trasera de nuestro automóvil de patrulla. Durante unos momentos traté de cobrar aliento, con el cabello en desorden, contemplando los daños sufridos por mi nuevo uniforme; completamente estupefacto, mire a mi colega, que se contento con sonreír y darme una palmada afectuosa en la espalda.

8/5/11

EL PROFESOR

UN PROFESOR APRENDE EN LA CALLE (UNO)

Hace algunos años descubrí casualmente trasteando en internet un archivo de word con el título “Un profesor aprende en la calle“, que contenía un artículo publicado en la revista “FBI Law Enforcement Bulletin” de marzo de 1974, en el que un profesor universitario norteamericano recogía y narraba una experiencia, a la que se había sometido voluntariamente, para conocer en primera persona en qué consiste el trabajo policial y si la imagen que el público posee de la policía coincide o no con la realidad.

He hecho mención a la presunción de que la experiencia corresponda realmente a dicho profesor, dado que quiero creer que ese trabajo es el resultado de una experiencia real y no un relato de ficción.

El profesor en cuestión era el doctor Georges L. Kirkham, profesor adjunto de la Escuela de Criminología de la Universidad del Estado de Florida en Tallahassee, Florida.

Para llevar a cabo su “experiencia”, el profesor decidió convertirse en policía durante varios meses a fin de vivir desde la propia policía, desde la misma calle, en que consistía el trabajo policial y que visión tenía el ciudadano de su policía, con la premisa de que la policía ha sido y es objeto de críticas cada vez más numerosas por parte de distintos sectores sociales. El doctor Kirkham se preguntaba cuántas veces los agentes de policía han tenido que apretar los dientes y cuántas han deseado que sus críticos se vieran, ellos mismos, enfrentados solo con algunas de las duras realidades que la mayoría de policías se encontraban cotidianamente en su trabajo.

Ciertamente, cada vez con mayor frecuencia el ciudadano en general está dispuesto a hacer críticas y reproches a la policía y son los medios de comunicación social los que, a partir de incidentes aislados, han creado una imagen estereotipada del policía. Trasciende al público en general, lógicamente, aquello que es noticia y solo suelen ser noticia aquellos incidentes que nos presenta o nos describe al policía brutal, al policía torturador, racista, xenófobo, grosero, maleducado, etc. Queda en un segundo plano, por no ser noticiable, el servicio prestado por hombres y mujeres entregados en cuerpo y alma a su trabajo y que luchan por preservar nuestra sociedad y todo lo que de valioso hay en ella. Todo lo que atañe o afecta a la policía es opinable y las mayores críticas suelen provenir de sectores ajenos totalmente al mundo policial.

El profesor Kirkham reconocía en su relato que en sus clases en la universidad había ostentado con frecuencia un sentido crítico muy desarrollado frente a la policía, sin llegar a entender plenamente lo que un policía está obligado a soportar en la sociedad moderna, por lo que aceptó recoger el desafío y proyectó la idea de introducirse él mismo en el mundo policial para conocer por sí mismo esta profesión, teniendo presente que el saber tiene un lado práctico y otro teórico. Decidió así hacerse policía.

Para conseguir su objetivo, el profesor tuvo que enfrentarse, en primer lugar con la incredulidad general de su familia, amigos y colegas, quienes entendían que la idea era, cuanto menos, absurda y que, en el ámbito de la policía norteamericana, ningún jefe de policía en su sano juicio permitiría que un universitario entrara en su servicio.

Con la ayuda de sus alumnos de la universidad, algunos de ellos policías, el profesor contactó con el sheriff de Jacksonville (Florida), Dale Carson, quién, no solo apoyó la idea de que se hiciera policía municipal, sino que mostró un gran entusiasmo. Acordaron, por tanto, que el Doctor Kirkham se integraría en la policía, no como observador ni como oficial de reserva, sino como agente con servicio a tiempo completo durante un periodo de 4 a 6 meses y que dicho servicio lo prestaría, la mayor parte del tiempo, como policía uniformado en uno de los equipos de patrulla de las zonas céntricas de la ciudad y que tendría que enfrentarse, como cualquier otro policía, a todo tipo de violencia, pobreza, inestabilidad social y fuerte criminalidad. Previamente el profesor tendría que cumplir las mismas condiciones que los demás candidatos, es decir, tendría que someterse a una encuesta detallada y a un examen de aptitud física y tener el mismo nivel mínimo de instrucción que el resto de funcionarios de Florida.

Tanto el sheriff como su adjunto resolvieron todas las dificultades administrativas y determinados problemas sobre seguros y todo se hizo con la condición de que, por razones psicológicas, todos los policías del servicio debían saber desde el principio quién era y que es lo que hacía. En todo lo demás, el profesor pasaría a prestar servicio con la misma uniformidad, el mismo equipamiento y el mismo armamento que el resto de policías.

Como última condición, el profesor tuvo que superar un curso de formación de al menos 280 horas antes de prestar juramento para ser destinado a un servicio normal.

7/5/11

OTROS DOS TAXIS PIRATAS

La colaboración que la Policía Local y la Policía Portuaria vienen manteniendo desde finales del año 2009 para erradicar el transporte irregular de viajeros en vehículos turismo sin la debida autorización, a través de los conocidos “taxis piratas” ha permitido en las últimas horas interceptar otros dos de estos casos e inmovilizar los coches con los que se pretendían realizar los viajes tras haber captado a los clientes.

En el primero de los servicios, los agentes portuarios observaron que en las proximidades de la estación marítima dos personas intentaban captar pasajeros para trasladarlos en un vehículo particular, consiguiendo dos clientes con los que se dirigieron a un aparcamiento público sito en la avenida Virgen del Carmen, por lo que se trasladó el aviso a la Policía Local para que continuase el seguimiento tras comunicar la descripción de estas personas.

Los funcionarios municipales lograron interceptar al vehículo, un Fiat Marea matriculado en Murcia, a la altura de la barriada de Los Pastores, concretamente en la calle Los Metalúrgicos, identificando tanto a su conductor como al propietario del mismo y a los dos pasajeros que lo ocupaban, todos ellos de nacionalidad marroquí. Los viajeros afirmaron que habían pagado 20 euros cada uno para ser llevados hasta Cáceres, por lo que se procedió a denunciar al conductor, identificado como H.M., de 32 años y domiciliado en la localidad alicantina de Torre de la Horadada, así como a inmovilizar el turismo.

La segunda intervención fue llevada a cabo de manera similar, logrando interceptar la Policía Local un turismo Renault Megane con matrícula de Málaga a la altura de la Acera de la Marina con tres personas a bordo, el conductor y dos viajeros quienes aseguraron haber abonado veinte euros cada uno como precio para llegar hasta la capital costasoleña, por lo que se procedió a denunciar a K.K., de 36 años, nacido en Marruecos y con domicilio en la localidad toledana de Torrijos. En este caso, el vehículo también quedó inmovilizado.

Cabe reseñar que en ambas intervenciones, los viajeros recibieron el dinero que habían pagado a los denunciados para que de esta manera pudiesen continuar con los viajes por medios diferentes. Además, todas las actuaciones de la Policía Local y Policía Portuaria se apoyan con la toma de imágenes fotográficas en las que se aprecia tanto a los captadores como a los pasajeros a la hora de cerrar los acuerdos.

6/5/11

JUICIO POR HOMICIDIO

 
En un juicio por homicidio había una fuerte evidencia en contra del acusado, pero el problema del fiscal era que no se había encontrado el cuerpo de la víctima. El defensor decidió entonces usar un truco. Ante el jurado dijo:

-Señoras y señores del jurado, tengo una sorpresa para ustedes: En un minuto la presunta víctima entrará por esta puerta y se presentará en la corte.

Dicho esto, se volvió hacia la puerta. El jurado, un poco confuso, miró la puerta con expectación. Pasado el minuto el defensor dijo:

-Reconozco que he inventado lo de la presentación de la presunta víctima. Pero ustedes miraron también, lo que significa que existen dudas razonables sobre este caso.

Poco antes de terminar el juicio el jurado se retiró para deliberar. Al regresar dieron su declaración:

-Encontramos al acusado culpable.

El defensor, confuso, protestó:

-¿Por qué? Ustedes deben tomar en cuenta la duda, también giraron hacia la puerta.

El jefe del jurado respondió:

-Es cierto, todos miramos la puerta, pero el acusado no lo hizo...

5/5/11

EL AYUNTAMIENTO HOMENAJEA A LOS AGENTES DE LA PROMOCIÓN DE 1986 DE LA POLICÍA LOCAL


El Salón de Plenos ha sido escenario a primera hora de la tarde de hoy del acto de reconocimiento que el Ayuntamiento ha tributado a los hombres y mujeres que conformaron la promoción de 1986 de la Policía Local de Algeciras, y que el 5 de mayo de aquel año tomaron posesión de sus cargos. Este homenaje ha estado presidido por el alcalde, Diego Sánchez Rull, acompañado por la teniente de alcalde delegada de Protección Ciudadana, Cristina Garrido, y del superintendente jefe del Cuerpo, José Medina.

Aquella promoción la formaron 22 agentes, de los que cuatro eran mujeres. De ellos, 19 siguen en activo en la actualidad, distribuidos en 17 policías y dos oficiales que hace un cuarto de siglo juraron sus cargos cuando ostentaba la Alcaldía Ernesto Delgado Lobato, siendo concejal de la Policía Local Joaquín Torres y jefe de este dispositivo Rafael Esteban Jiménez-Camino.

En su intervención ante los homenajeados, el primer edil ha señalado que “hoy reconocemos vuestra trayectoria en distintos destinos, y gracias a vosotros y a vuestra profesionalidad nos sentimos más seguros en nuestras calles. Esperamos seguir contando con vuestra experiencia y os animo a continuar en esta misma línea de trabajo”.

Por su parte, Cristina Garrido ha puesto de manifiesto que “vuestra entrega y profesionalidad ha permitido garantizar la seguridad en Algeciras, y todos tenemos que felicitarnos por haber podido ser testigos del producto de vuestra constancia, que se traduce en estos 25 años de servicio”.

En la misma línea se ha pronunciado el superintendente, quien ha querido destacar que “lo que hay hoy en día en la Policía Local es en parte mérito de ustedes, que estáis actualmente en los mejores momentos de vuestras carreras profesionales, y que todavía tenéis mucho que ofrecer a la ciudadanía”.

En nombre de la promoción, el agente Julio Cabello ha tomado la palabra para agradecer “el trato que hemos recibido en estos 25 años por parte de nuestros superiores y de los responsables del Ayuntamiento. En este tiempo hemos intentado siempre cumplir con nuestro trabajo de la mejor forma que hemos sabido, siempre con la voluntad de servir a los ciudadanos”.

Los responsables municipales han entregado a cada agente un recuerdo del acto, y los homenajeados han hecho lo propio con sendos cuadros que recogen las imágenes de los integrantes de la promoción tanto en 1986 como en 2011.

ROBOS EN VEHÍCULOS


Robo en el interior de vehículo.

Agentes de la Policía Local han detenido esta pasada noche a una persona acusada de robar varios efectos del interior de un vehículo y tras ser identificada por el propietario del turismo como responsable del hecho delictivo.

La intervención se ha llevado a cabo a las cero horas de hoy jueves, después de que un ciudadano diese aviso telefónico a la Jefatura del Cuerpo de que había visto a una persona salir del interior de su coche, un vehículo marcha Hyundai estacionado en la avenida Capitán Ontañón, y que se encontraba siguiéndolo, facilitando a los operadores de la Sala del 092 la descripción de este individuo.

Momentos después, una patrulla localizó a esta persona en la avenida Fuerzas Armadas y procedió a su identificación, ya que se le encontraron en su poder varios efectos que el propietario del turismo reconoció como de su propiedad, por lo que se detuvo a J.G.C., de 46 años de edad y vecino de Algeciras, que cuenta con numerosos antecedentes policiales.

Robo de piezas de vehículo.

Esta intervención se une a la realizada por los agentes locales durante la mañana del pasado miércoles, cuando detuvieron a dos personas como presuntos autores de un delito contra el patrimonio, ya que fueron sorprendidos sustrayendo piezas de un vehículo estacionado en la vía pública.

Los hechos se produjeron a las cinco del miércoles, cuando la dotación de un vehículo policial que patrullaba por la Avenida de América, en la barriada de San Bernabé, observó a dos personas que se encontraban alrededor de un turismo marca Suzuki aparcado en el lugar, y que al comprobar cómo se acercaban los agentes emprendieron la huida hacia diferentes direcciones, aunque fueron interceptados segundos después.

Los policías comprobaron que una de las personas arrestadas había desmontado el parachoques delantero del vehículo, dándose además la circunstancia de que este individuo es mecánico de profesión, por lo que tras ser identificados se procedió a la detención de A.G.R., de 22 años, y de J.A.V.T., de 24, ambos nacidos y residentes en Algeciras, instruyéndose las diligencias oportunas para ser puestos a disposición de la autoridad judicial de guardia.

La Policía Local sospecha que este caso pueda ser uno más de los robos de piezas de coches por encargo que se están registrando últimamente con el único fin de abaratar costes en la adquisición de repuestos de automóviles.

4/5/11

CALLES DE SAN FRANCISCO


El vídeo que os pego a continuación es un viaje a bordo de un tranvía por Market Street de San Francisco, California, en 1906.  Las imágenes corresponden a la vida cotidiana de una incipiente gran ciudad, poco antes del terremoto de 1906, que destruyó gran parte de sus edificaciones y acabó como muchos de sus habitantes.  La película fue rodada en abril de 1906, cuatro días antes del terremoto y fue enviada a Nueva York para ser procesada, lo que evitó que se perdiera en el incendio que se produjo a causa del terremoto.  Fue la primera película gravada en 35 mm y estuvo perdida durante varios años.





Me parece un vídeo sumamente interesante y en el que puede apreciarse el bullicio ciudadano de primeros del siglo XX, con un impresionante caos circulatorio.  Sorprende el número de vehículos automóviles que ya circulaban en aquella época y el total desorden en el que se desarrollaba el tráfico.

El siguiente vídeo corresponde a otra película gravada en fechas posteriores al gran terremoto, en el que se pueden apreciar los daños que se habían producido en la ciudad, que, a pesar de todo, seguía manteniendo la cotidianeidad.



2/5/11

TONICO EL MUNISIPAL


"Tonico el Munisipal" es un cortometraje de ficción, por lo que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Parte de las personas que han participado en este corto son policías, policías que día a día se juegan su vida en la calle velando por nuestra seguridad y que no han dudado (fuera de servicio) en echarnos una mano. Tras el uniforme también hay personas con sentido del humor y este es un ejemplo. Siempre partiendo desde el respeto hacia todos y cada uno de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.



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