Nunca antes había entrado en ese bar de carretera. Llevaba varias horas al volante y necesitaba tomar un café que le despejara y le calentara. Como de costumbre pidió café americano. Lo degustó, lo saboreó, lo disfrutó sorbo a sorbo. Ahora tenía nuevo ánimo para continuar su camino. Pidió la cuenta, pagó y se dirigió a la salida para retomar su rutina cotidiana. Al llegar a la puerta sintió un poco de sequedad en la boca por lo que se volvió hacía el mostrador con la intención de pedir un vaso de agua.
- Como no, caballero, aquí tiene su vaso de agua.
- Gracias.
Lo bebió de un tirón mientras el camarero, sin apartarse, lo miraba con detenimiento.
- Bien, muchas gracias.
- No hay de qué, caballero, son cinco céntimos.
- Perdón, ¿cómo dice?
- Que son cinco céntimos.
- ¿Cómo que son cinco céntimos?, ¿me va a cobrar el vaso de agua?
- Si señor, son cinco céntimos
- Pero……bueno.
- Caballero, usted no paga solo el agua, paga también el servicio. Además, son normas de la casa
- Bueno, vale, vale. No lo entiendo pero vale. Tome cóbrese.
- Gracias caballero.
- No, perdón, gracias no, por favor hágame una factura.
- ¿Factura, señor, por cinco céntimos?.
- Si claro, son normas de mi empresa. Hágame la factura por favor.
- Bien, caballero, como quiera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario